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Participación y Covid 19

Este texto forma parte del capítulo sobre Participación y Covid 19.

La pandemia ha puesto encima de la mesa muchos procesos y estructuras sociales que eran disfuncionales o no tan eficientes como se creía: el sistema sanitario, la protección social, la coordinación en emergencias... y sobretodo la participación social, cuya ausencia ha resultado una de las más notorias. La Sociedad Civil ha estado casi desaparecida o a remolque de las acciones gubernamentales, la presencia ciudadana en la toma de decisiones públicas ha sido inexistente y otras iniciativas se han visto frecuentemente afectadas por el desánimo, las presiones y los conflictos.

Apenas ha habido un debate público sobre las medidas a tomar para afrontar el conjunto de pandemias (sindemia) que han aparecido con la Covid 19, pero lo que no se han analizado en ningún momento han sido los procedimientos de participación, indagación colectiva y toma de decisiones ante medidas muy drásticas que afectan a toda la sociedad.

A la ciudadanía, se le ha reservado un papel completamente pasivo de acatar u oponerse tímidamente a las medidas de los distintos gobiernos (Central y Autonómicos). Se apela a la responsabilidad ciudadana, pero no se nombra la responsabilidad institucional, mediática e industrial. Sin embargo, cuando a la sociedad se le da un rol tan pasivo, los resultados son mucho peores que cuándo la ciudadanía participa activamente en la búsqueda de soluciones específicas de los distintos entornos afectados. Esto se conoce bien en la prevención de riesgos laborales, donde ya hace años se pasó de un enfoque vertical fundamentado en opiniones de expertos a modelos participativos con apoyo técnico pero dónde es la gente la que identifica los riesgos y las soluciones que sirven para cada puesto y contexto específicos. Si un equipo lo hace mal, el dirigente tiene su responsabilidad, al igual que en la comunicación asistencial, la responsabilidad de la no adherencia al tratamiento por parte del paciente, suele depender mayormente de una mala estrategia comunicativa por parte del profesional sanitario.

Así pues, no debemos compartimentar la responsabilidad y culpar a la sociedad de su conducta imprudente, sino atender al conjunto de factores implicados, especialmente al manejo de la participación, que en el caso español ha sido infantilizador, represivo y culpabilizador, por lo que los resultados han sido notablemente deficientes, independientemente del mayor o menor acierto de las medidas. El “poder establecido” ha seleccionado a sus expertos de entre múltiples puntos de vista para dar una versión “oficial” sorprendentemente homogénea que ha resultado sesgada, endogámica, rígida y excluyente a la participación. Este “poder establecido” no sólo se limita a las autoridades políticas, por doquier hemos visto ejemplos de responsables y hasta trabajadores de instituciones que hacían de correa de transmisión e incluso aumentaban la inhumanidad de alguna de las medidas, especialmente con las personas más vulnerables (ancianos frágiles,marginados...). La dinámica era la misma: excluir la participación de las partes implicadas, despreciar la exploración de soluciones adaptadas a cada contexto y aceptar la información promovida por los medios de masas y las instituciones gubernamentales como la nueva y única verdad a seguir para mantener la conciencia individual acallada (que no despierta).

En los contextos actuales de Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad (que se conocen bajo las siglas VICA), todavía es más importante la calidad de los procesos de participación de todas las personas implicadas (stakeholders), o al menos las que desean hacerlo. Los cambios que se produzcan durante este período tendrán un gran impacto en las siguientes décadas (Ilya Prigogine: “en un sistema en crisis, pequeñas acciones dan lugar a grandes cambios”). En un período tan crítico para el futuro, oligarquías y grandes organizaciones que tienen costumbre de hacer sus planificaciones a largo plazo, han mantenido su hoja de ruta con algunas adaptaciones circunstanciales y tratan de asegurar su futuro particular. Muchos de estos grupos están aprovechando para enriquecerse, hacerse más fuertes, quitarse competencia… y sobretodo, avanzar con su agenda.

Mientras tanto, la Sociedad Civil, que sólo existe si entra en actividad, no se ve concernida y de momento dormita en la esperanza de un futuro con vuelta a una normalidad que no era normal, pero que se vive como una pérdida de derechos, libertades,... y que asume como un mal necesario a la espera de que el temporal amaine.

El caso es que el mundo del futuro inmediato será bastante diferente al anterior a la pandemia y casi nadie está participando en el diseño de esta nueva normalidad. Si queremos dar la vuelta a la situación, tenemos que comenzar reconociendo la complejidad del desafío y de cómo nos apela a cada persona individualmente para cambiar el foco de culpar a los demás (a los jóvenes, los temporeros, los gobiernos,...) a comenzar a hacer otras acciones diferentes. Estas líneas quieren contribuir a reconducir participativamente estas circunstancias.

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